martes, 16 de noviembre de 2010

Ejercicio de Liberación Espiritual

Vuelva a su casa luego de un día de intensas actividades laborales. Encienda su televisor, deslícese entre un par de canales, yendo y viniendo. Aburrase, siéntase culturalmente frustrado y apague el televisor. Cene algo que gusta, siéntalo insípido y devórelo mecánicamente. Conéctese a Internet y chequee su correo, luego visite su perfil de Facebook, comparta un pensamiento o una canción que supo escuchar y hasta disfrutar en otro momento de su vida. Aburrase, siéntase solo. Métase a la cama y busque un libro para releer, recórralo con confianza. Cierre el libro, apague la luz y apoye la nuca en la almohada. Mire fijamente al techo alumbrado tenuemente por la luz de la calle, atienda al lejano murmullo de una avenida. Piense en el tiempo, en los años que pasan silenciosos, en lo meramente circunstancial de la vida. Piense en la muerte y el olvido, en el amor y los afectos. Piense en los amigos que desaparecieron y los que quedan, en las mujeres que deseaba y nunca tuvo. Piense en la secundaria o las clases de guitarra, el bar al que iban siempre, la disquería que cerró hace años, la sala de ensayos mohosa. Piense en cuando se escapo de la escuela en una tarde lluviosa, piense en el kiosco que abría toda la noche, piense en haber dormido en el piso más de una vez.

Levántese, camine hacia el baño. Prenda la luz y mírese fijamente en el espejo. Repítase lo siguiente con confianza: Usted no es especial, usted no hizo nada que otros no hayan hecho antes y mejor. Usted en efecto no sabe hacer ni hace nada más que pensar en si mismo. Usted no ha hecho nada para merecer el afecto de los demás. Usted es feo y aburrido, además de pretencioso e hipócrita. Usted esta solo, y con razón.

Entonces comience a abrazar la idea de que sus pensamientos y sentimientos en realidad han de importarle muy poco al prójimo, quien difícilmente encuentre sentido en preocuparse por la angustia de alguien mas, alguien que no tiene nada para ofrecer más que eso mismo, angustia. Descúbrase como el ser indeseable que es para los demás. Entonces aprenda a amarse a usted mismo.

Porque desnudo frente a su propia vulgaridad humana será conciente de que en un mundo superpoblado por criaturas de naturaleza irremediablemente egocéntrica, la mera existencia es un privilegio. Disfrute del aire entrando y saliendo de sus fosas nasales, disfrute del frió del espejo en las yemas de los dedos, disfrute del dolor de no ser nadie. Disfrútelo, ámese a usted mismo, y váyase a dormir. De cualquier manera mañana cuando despierte se encontrara devuelta atrapado en un laberinto de autoengaños.